La Revolución Reaccionaria de Javier Milei, por Alfredo Zaiat

El DNU, el proyecto de la ley ómnibus y el próximo a ser enviado al Congreso son las bases del nuevo régimen.

Además de incluir las conocidas propuestas de privatizaciones, reformas laboral y previsional, apertura comercial y financiera, megadevaluación y tarifazos, el plan de las corporaciones empresarias, cuyo ejecutor es Javier Milei, avanza sobre las estructuras de la salud, la cultura, derechos de las mujeres, el Poder Judicial, el esquema electoral, la organización civil y comercial, entre otras.

La falacia inicial del gobierno de Javier Milei para construir poder violando la Constitución y despreciando al Congreso es que enfrenta la peor herencia de la historia.

Si las condiciones económicas y sociales son pésimas se justificaría entonces disponer la emergencia general. No es así pese a la existencia de un consenso controvertido respecto al legado de la última administración.

Se trata de la trampa más fabulosa jamás dispuesta para capturar voluntades propias y ajenas para, con la mayoría creyendo que vivían en una situación dramática, facilitar la aplicación de un hiperajuste sobre gran parte de la población y avanzar en la transformación del funcionamiento de la sociedad.

Esto significa instalar un nuevo régimen de regulación estatal y social con la derogación y modificación de más de 300 leyes con un insólito decreto de necesidad y urgencia, de otro centenar de normas con un proyecto ley ómnibus y de 160 más en otra iniciativa que será enviada al Congreso en estos días.

El nuevo régimen es una fulminante alteración de conocidas e históricas reglas de articulación de los sujetos económicos, sociales y laborales del país. Esto no es otra cosa que una revolución.

En este caso, se trata de la Revolución Reaccionaria, oxímoron que todavía no está siendo interpretado en toda su dimensión. No es sólo un programa neoliberal; es un proyecto de refundación de la forma en que se consolidaron las relaciones sociales en el país.

Javier Milei es el instrumento político para desplegarlo por parte de los beneficiarios directos: las corporaciones empresarias que siente en que, por fin, pueden expresar sin tapujos la revancha clasista, al cercenar derechos laborales y golpear en el corazón de la organización gremial de los trabajadores, al tiempo de consolidar privilegios, con desregulaciones sectoriales que consolidan posiciones dominantes y con la posibilidad de dar el gran asalto el patrimonio estatal.

El peor error

En más de una oportunidad en estas páginas se advirtió acerca de la extensión de la crisis de ingresos (inflación) de, por lo menos, ocho años (gobiernos de Macri y Alberto Fernández).

Ciclo que otros extienden a doce años al incluir el último mandato de Cristina Fernández de Kirchner por el estancamiento o leve crecimiento de la economía por el estrangulamiento de divisas por la irrupción de la restricción externa.

Sean ocho o doce años, es una crisis bastante prolongada para provocar hastío y desaliento en un sector amplio de la población.

La evaluación del crítico cuadro socioeconómico y laboral de todos modos fue distorsionado con el argumento reiterado a lo largo de este año, en especial en el universo del 56 por ciento que votó a Javier Milei, acerca de que no se podía estar peor.

Vale entonces rescatar la consigna de la campaña electoral de Cambiemos para concluir que sí, se puede, a partir de las medidas de estas dos primeras semanas del nuevo gobierno y de las que se anuncian para los próximos meses.

Existe una cuotaparte de responsabilidad de casi todo el arco político (oposición y oficialismo en estos años) acerca de este convencimiento social, puesto que han reafirmado, con diversas y hasta contradicciones motivaciones, la existencia de una crisis muy grave.

El engaño colectivo es de tal magnitud que se considera que, para abordar el escenario supuestamente dramático de trabajadores, jubilados y clases medias, el gobierno de Milei estaría habilitado a desplegar medidas que, en lugar de generar alivio, profundizan el deterioro del bienestar de cada uno de estos grupos socioeconómicos.

O sea, como existen padecimientos desde hace varios años el camino sería ahondarlos, lo que implica un accionar político de notable perversidad social y comunicacional.

Hasta Bloomberg contradice la idea de crisis terminal

La agencia de noticias del mundo de las finanzas globales Bloomberg publicó el reporte sobre los últimos datos macro con el título “Economía argentina se contrajo menos de lo previsto en octubre”, acompañado de la observación sobre que “la tasa de desempleo del mercado laboral formal durante el tercer trimestre cayó al 5,7%, su nivel más bajo desde al menos 2003”.

Son los últimos registros macroeconómicos que se pueden adjudicar al gobierno anterior que, según Milei, dejó la peor herencia de la historia.

A partir del resultado del balotaje del 19 de noviembre pasado, el saldo del último tramo del año le corresponde íntegramente a la actual administración.

El despacho de Bloomberg dice que la economía argentina registró una ligera contracción en octubre, a pesar de un turbulento ciclo de elecciones presidenciales que avivó la incertidumbre política y una nueva corrida en los mercados paralelos.

Informa que la actividad económica cayó en octubre 0,1% respecto al mes anterior, menos que la estimación media de un descenso de 0,6% entre los economistas encuestados por Bloomberg.

Con respecto al mismo mes del año anterior, la actividad creció un 0,6%, según los datos del Indec, para destacar que, por otra parte, la tasa de desempleo del mercado laboral formal durante el tercer trimestre cayó al 5,7%, su nivel más bajo desde al menos 2003.

Menciona que la carrera antes de las elecciones presidenciales del 22 de octubre avivó la volatilidad del mercado, elevando el tipo de cambio paralelo de 804 pesos por dólar hasta 1035 por dólar en tres semanas.

Este rápido movimiento avivó la inflación que supera el 160% anual, el nivel más alto desde que Argentina salió de la hiperinflación a principios de los años 1990.

La economía argentina está en crisis pero no es terminal ni la peor de la historia, y variables macroeconómicas clave han tenido un comportamiento aceptable teniendo en cuenta el complicado cuadro general.

La Argentina no es un país de mierda

Pese a datos duros de la macro, se repite que la crisis es terrible sumando muchos ingenuos a ese coro. El error inmenso de no precisar el tipo de crisis que atraviesa la economía ha allanado el camino a la Revolución Reaccionaria, sostenida con un DNU disparatado, un proyecto de ley extravagante y un discurso político místico y fanático.

El contenido de ambas iniciativas rompe con la tradición institucional democrática, la organización histórica de la sociedad y la articulación del tejido socioproductivo, científico y cultural.

Con debilidades y fortalezas, estos pilares constituyen las bases sobre las que se desarrolló el país durante décadas.

La Revolución Reaccionaria viene a arrasarlos, al menospreciar valores, derechos y estructuras sociales, laborales y económicas que han colocado a la Argentina en espacios de vanguardia en Latinoamérica.

Las granjas de trolls en las redes sociales, la irrupción dominante de representantes de sectas de ultraderecha y el discurso de odio acerca de que se vive en un país de mierda minimizan hasta repudiar este patrimonio simbólico y concreto.

Esta avanzada prepotente y antidemocrática define la Revolución Reaccionaria de Milei.

El Centro de Estudios Legales y Sociales advierte que el DNU suprime y restringe derechos de las personas para que grupos económicos obtengan ganancias extraordinarias. No desregula la economía, sino que pretende instaurar un nuevo régimen. No deja esfera de la vida sin afectar.

En caso de entrar en vigencia el DNU, ningún derecho quedará sin ser atacado: ni el trabajo, ni el acceso a alimentos, ni el derecho a la salud, ni a tener una vivienda. En los hechos, el gobierno de Javier Milei viene a modificar la Constitución por decreto.

Menciona que el Congreso está ante una responsabilidad que puede cambiar el destino del país, y advierte que es urgente que vuelva a sesionar y rechace este decreto.

Indica que el cambio de régimen que pretende esta reforma de leyes “que regulan casi toda nuestra vida social requiere un amplio debate democrático que debe darse dentro y fuera del Congreso Nacional, a través de quienes elegimos para legislar”.

Para concluir que “si lo valida, renuncia a sus funciones fundamentales y contribuye a debilitar las reglas institucionales. A 40 años de la más reciente etapa democrática el riesgo de una vía antidemocrática se fortalecería de manera preocupante”.

Transformación radical

La economía argentina ha convivido durante varios períodos políticos, en democracia y en dictaduras, con tasas de inflación de tres dígitos anuales. En algunos casos no impidió el crecimiento del Producto, la mejora relativa del empleo y la calidad de vida de las mayorías. En otros, derivó en crisis que terminaron en recesiones, en la dinámica conocida como “stop and go”, para luego retomar el crecimiento.

Hubo dos experiencias, la última dictadura militar y la década del ’90 que, montadas en la debacle económica que las precedió (el Rodrigazo en el gobierno de Isabel Martínez de Perón y la hiperinflación en el gobierno de Raúl Alfonsín), intentaron un cambio radical.

Objetivo que cada una logró en parte, pero sin conseguir completarlo como era el deseo de las corporaciones empresarias que lo impulsaban. Sin embargo han dejado marcas persistentes en los años posteriores a estos procesos.

Ahora van por el tercer intento –el gobierno Mauricio Macri quedó a mitad de camino por la impresionante mala praxis e indolencia de sus protagonistas- con la Revolución Reaccionaria de Milei, cuya tarea es más ambiciosa que las dos anteriores porque, además de incluir las conocidas iniciativas de privatizaciones, reformas laboral y previsional, apertura comercial y financiera, megadevaluación y tarifazos, avanza sobre las estructuras de la salud, la cultura, derechos de las mujeres, el Poder Judicial, el esquema electoral, la organización civil y comercial, entre otras.

Falta lo más importante: un plan de estabilización

La diferencia notable respecto al escenario económico anterior a la dictadura y del menemismo es que el gobierno de Milei no recibió un desastre económico como el que describe.

Es cierto que la tasa de inflación anual es muy alta pero no existe un cuadro de híper, salvo que sea provocada por la propia política económica de Milei.

Se sabe que el sector externo está bajo estrés extremo, que existen muy pocas reservas disponibles en el Banco Central, que la deuda en dólares en estas circunstancias es asfixiante, que la presencia de la auditoría permanente del FMI es tóxica y que la crisis de ingresos se extiende desde hace ocho años.

Para no herir almas bellas se declina por el momento incluir el debate sobre el porcentaje de pobres existentes, aunque se invita a leer el documento “Medición de la pobreza: cuestiones conceptuales y de implementación –el caso de la Argentina-“, publicado por el Centro de Estudios de la Situación y Perspectiva de la Argentina (Cespa) y el texto que uno de los autores de la investigación, Alberto Müller, publicó en el Cash.

Ninguno de estos problemas macroeconómicos sin embargo reclamaba la batería desbordante de cambios incluida en el DNU, el proyecto de ley ómnibus y otro con las mismas características que será presentado más adelante, según adelantó Federico Sturzenegger.

El tiempo político y económico necesitaba diseñar un típico plan de estabilización, desafío que no era para nada sencillo, pero no requería nada de lo que quiere imponer en forma antidemocrática y extorsiva la Revolución Reaccionaria de Milei.

Alfredo Zaiat

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