Democracia, esa dulce tiranía, por Oleg Yasinsky

La democracia sin ética, sin educación ni cultura o libre acceso a diversas fuentes de información es como nadar en una piscina sin agua. O como con razón corregiría alguien, es el agua pero sin un mar ni piscina.

Dentro del paquete de las regulares ‘votaciones democráticas’ por distintos matices de la misma cosa, la más despiadada tiranía de vulgaridad e idiotez se impone en el mundo.

Es incorrecto llamar ‘antihumano’ al sistema actualmente impuesto por Occidente. En realidad, al sistema le son indiferentes las personas, el ser humano simplemente no está presente en su escala de valores.

Es su trabajo cotidiano, como el trabajo del personal de los laboratorios, no experimentan ningún odio hacia los ratones blancos o las moscas de la fruta, como podrían suponer los elementos más avanzados e indignados de la materia experimental. Su objetivo es completamente diferente.

Para imponernos su propia agenda, el sistema ha estudiado profundamente nuestra psicología, los mecanismos de nuestras reacciones y a través de numerosos experimentos sociopolíticos, lo está logrando con gran éxito.

La única posibilidad de enfrentarlo es estudiar los principios del funcionamiento de la máquina del sistema, y preparar ataques simultáneos inesperados en las partes más vulnerables de su mecanismo.

El ser humano siempre será más complejo que cualquier máquina y es ahí donde tenemos seguramente algunas posibilidades.

Un amigo judío creyente da unas excelentes definiciones: “Mucha gente imagina ingenuamente a unos malvados titiriteros que se sientan en clubes masónicos o en islas privadas de pedófilos y mueven los hilos adecuados con astucia satánica. Es mucho más sencillo, pero mucho peor.

Creyendo únicamente en el poder del dinero, los neoliberales han creado o traído al diablo a este mundo. Si el escocés Adam Smith hablaba en el siglo XVIII de la mano del mercado, que puede considerarse una especie de mente colectiva, como un hormiguero o un enjambre de abejas, hoy no es sólo una mano, sino también un cerebro que se ha expandido por todo el mundo ‘civilizado’, y muchos tentáculos visibles o invisibles.

Aparte de los personajes anticuados como el muy antipático Soros, que creen que todo lo pueden manipular personalmente con dinero, los titiriteros a menudo no se dan cuenta de que ellos mismos ya no lo hacen por su voluntad propia, sino que sólo se dejan llevar por los tentáculos de este mismo pulpo global.

Las teorías conspirativas clásicas como ‘Los Protocolos de los Sabios de Sión’ son delirantes no tanto porque prediquen la xenofobia, aunque esto también es cierto, sino porque la conspiración es total, casi todo el mundo participa en ella, felizmente sentado en sus jaulas, riéndose de los que se quedaron en sus trampas, mientras ellos mismos crean las jaulas y trampas, y voluntariamente caen en ellas según otra versión del ‘pensamiento crítico correcto’, propuesto por el pulpo.

En este sentido, la ‘democracia’ neoliberal es realmente ‘democrática’. Es imposible distinguir en ella la clase de los manipuladores, e incluso la dicotomía clásica de burgueses y proletarios queda bastante desdibujada.

Se trata de una perversión asombrosa de la idea de democracia como autogobierno, ya que el pueblo no es subjetivo en ella, e incluso el pulpo es subjetivo sólo en algún sentido satánico de otro mundo.

La mano de Adam Smith puede romperse, pero no puede ser apretada. Es necesario destruir al pulpo, pero no hay sujeto en él, es un antisujeto, un devorador del sujeto”.

Oleg Yasinsky

Agencia RT

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