Fueron pensadas, durante el kirchnerismo, para que los partidos políticos definieran sus candidaturas en internas abiertas. Sin embargo, nunca cumplieron ese rol.
Hasta aquí, siempre, las principales fórmulas y puestos en las listas fueron elegidos en negociaciones previas, casi a espaldas de lo que los votantes podrían elegir.
Al 11 de agosto llegarán las listas ya “cocinadas” sin opciones para el elector. En otras palabras, no habrá nada para elegir ni internas que dilucidar.
Será simplemente una encuesta sofisticada que sólo servirá para que la política la use como orientación. En síntesis, serán 3.000 millones de pesos tirados a un agujero inútil.
Es una demostración cruda y violenta de cómo la política argentina se resiste a hacer su muy demorado ajuste en un país demolido y masacrado a impuestos de todo tipo y color que impiden su desarrollo.
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