9 de septiembre de 2024

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Milei y el fantasma de la B, por Marcelo Falak

Cada vez que el Congreso le marca la cancha en serio a Javier Milei – como ocurrió ayer–, cunde el terror en la tropa paleolibertaria.

Las votaciones severamente adversas que recibe son un recordatorio, poco habitual por ahora pero siempre latente, de lo lejos que se encuentra La Libertad Avanza (LLA) –con sus 38 diputados y siete senadores– del tercio más uno que le daría el antídoto contra el fantasma de la B de la vida institucional: un eventual juicio político al Presidente.

Ese frío volvió a correr por las espaldas oficiales cuando una alianza infrecuente, pero no inédita, de diputados peronistas, macristas, pichettistas, lilitos, –algunos– radicales, trotskistas y hasta un puñado de mileístas en fuga hizo caso omiso de presiones non sanctas y votó por una paliza de 156 contra 52 –y 6 abstenciones– contra el decreto de necesidad y urgencia (DNU) 565/2024.

Este, se recuerda, le había dado una montaña de 100.000 millones de pesos a la SIDE para que hiciera literalmente lo que se le cantara con las vidas de los argentinos.

Es de cajón que esa coalición se reeditará en el Senado, algo crucial para voltear la norma debido a la abusiva reglamentación de los DNU legada por el kirchnerismo.

La misma exige, para su derogación, el voto adverso de las dos cámaras del Congreso, curiosidad que le entrega al Poder Ejecutivo más facilidades para legislar por decreto que a través de la vía normal, extravagancia que en cualquier república democrática sería considerada alevosamente inconstitucional.

Lo ocurrido ayer fue importante, pero la gravedad que reviste para el Gobierno –más allá de la furia que expresó– depende del criterio con el que se lo mida.

Si el problema pasara por el contenido del decreto, Milei no tendría mucho de qué preocuparse: el sistema institucional le puso un límite, pero lo hizo tarde, dado que el 80% de esa cifra astronómica ya habría sido gastado sin que nadie pueda pedir ahora una rendición de cuentas.

Los DNU rigen como leyes mientras el Congreso no decida lo contrario. En un extremo, el Tesoro podría consignar la reposición contable de dicho monto, pero aquello para lo que ya fue usado allí se queda.

Si, en cambio, se evaluaran los efectos políticos, sí habría daño.

Si ya había sido una llamada de atención la entronización de Martín Lousteau como presidente de la Comisión Bicameral de Inteligencia –encargada de controlar a la SIDE que maneja el viajero Santiago Caputo–, lo de ayer directamente encendió alarmas.

Gobiernos con carencias de poder semejantes son prodigios de la naturaleza, maravillas frágiles como los huevos de las serpientes que no admiten la más mínima alteración del ecosistema que las cobija.

¿Pero qué sería “una alteración”? Por caso, uno de esos escándalos que están siempre a la vuelta de la esquina, o algún traspié político o económico de calado, como la eventualidad de una devaluación que alteraría los humores y haría que “se acabe todo el programa, que se acabe Milei, que se acabe todo”, según dramatizó el economista Ricardo Arriazu, quien mira al Gobierno con cariño.

Los que se unen una vez pueden unirse otra. Más cuando los propios oficialistas se tratan en muchos casos como enemigos mortales.

Marcelo Falak

BAE Negocios

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