En los equipos de fútbol, desde los que juegan en los potreros hasta la selección nacional, tienen la conducción dentro de la cancha del capitán o capitana que es quien pone la cara por el equipo, contiene a los jugadores, reclama ante la injusticia y cuenta con el respeto de sus compañeros.
Es el puntal para llevar a delante la estrategia que garantice la victoria. Es el líder natural al servicio del conjunto.
En un buque, es el capitán el que conduce, maniobra y gobierna la nave para llegar a destino sin poner en riesgo a la tripulación. Es quien tiene la responsabilidad de proteger a las personas, las cargas transportadas y al propio barco. Sin el capitán el barco no zarpa.
Traigo estas comparaciones de dos ámbitos que parecieran ser no-políticos para dimensionar la hazaña titánica de la joven Evita –la Capitana– y sobre todo, ver en real perspectiva su legado.
La conquista de derechos es el arma más poderosa para ir cerrando de raíz la verdadera grieta social que tenemos en Argentina, y que no es precisamente política sino de clases. Evita sabía lo que sentía un excluido y marginado.
Entendía racionalmente el poder de la discriminación tanto del pobre como de la mujer. Le dolía el trabajador explotado y los niños hambreados. Su empatía con el dolor del pueblo hizo que su figura traspase el peronismo; hoy Evita es patrimonio político de Argentina. Con sus virtudes, defectos y corta edad hizo lo que muchos prometen pero no cumplen.
Con ella se ensañaron bestialmente, desde ser la puta del general, el festejo por su enfermedad, la alegría por su muerte y las violaciones a su cuerpo. Intentan por todos los medios destruirla, que su fuerza se desvanezca y su legado se extinga. De haber tenido hijos hubieran sido perseguidos para arrodillarla. No lo consiguen, ella sigue encabezando las luchas sociales.
Su famosa frase “volveré y seré millones” se convirtió en un slogan electoral para los políticos de café pero para otros –los convencidos– es el faro que guía a la hora de tomar decisiones. Esas decisiones que son vitales para el crecimiento equitativo e igualitario de los ciudadanos, para que la única exclusión sea la voluntaria, no la impuesta por puro capricho del gobernante de turno.
Pero en ese “volveré…” hay mucho más. Está la épica política, el compromiso más allá del bienestar individual, ese que empuja al remolón, levanta al caído y convence al indiferente. En su “volveré” está su amor, fuerza y convicción por la política, la herramienta más noble para la transformación social que si la dejamos en manos de oportunistas y ventajeros nos van a hacer tanto daño como se lo hicieron a Eva.
Ella sabía que los derechos se sostienen cuando la gran masa popular se empodera de ellos. Volvió con la AUH, con la defensa de la industria nacional, con la estatización de YPF, con el apoyo a empresarios solidarios. Vibró con el matrimonio igualitario.
La vimos cuando se implementó la reparación histórica a los jubilados sin aportes, las famosas máquinas de coser Singer fueron reemplazadas por miles de netbooks entregadas a nuestros gurises. Sentimos su aliento en la búsqueda de unión latinoamericana y en el respeto a la libre determinación de los pueblos. La vemos marchar encabezando los reclamos de los trabajadores y de las mujeres.
“…creo firmemente que el justicialismo vencerá sobre los hombres y sobre los siglos, pero con una condición: que no se lo deje convertir en una cosa fría, que llegue a la inteligencia sin pasar primero por el corazón…”.
Rebelde, aguerrida y leal. Una verdadera Capitana…pero sola no puede.
Silvia Risko